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Sentados en un andén. Aguardando frente a la andana de vagones que pasan. Todos los pasajeros son endriagos portando máscaras de aquel a quien esperamos.
Aveces desesperados nos convencemos de que ha llegado y corremos a recibirlo:
— tú si eres Tú.
Recibimos a cambio una mirada de quien ve a un náufrago. Luego una despedida a estridentes empujones.
Y volvemos a sentarnos. Aguardamos.